martes, 8 de abril de 2014


Con el buen tiempo, comenzamos una nueva andadura en la que ya hemos empezado a trabajar la tierra todos y todas juntas.
Con este motivo inauguramos un nuevo blog dedicado solo al huerto. 
Queremos empezarlo con el mismo texto que terminamos el año pasado, con un extracto de la carta escrita por el Jefe indio Seattle, de la tribu Suwamish, en 1854. Esta carta resume nuestro sentir respecto a lo que la tierra significa y lo que implica inculcar en los más pequeños la atención y el cuidado por todo aquello que les rodea. Esperamos que lo disfrutéis...







 "¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esta idea es extraña para mi pueblo. Si hasta ahora no somos dueños de la frescura del aire o del resplandor del agua, ¿cómo nos lo pueden ustedes comprar? 
Cada parte de esta tierra es sagrada para mi gente. Cada brillante espina de pino, cada orilla arenosa, cada rincón del oscuro bosque, cada claro y zumbador insecto, es sagrado en la memoria y experiencia de mi gente.
Para el hombre blanco, una porción de tierra es lo mismo que otra, porque él es un extraño que viene en la noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana, sino su enemigo, y cuando él la ha conquistado sigue adelante. Su apetito devorará la tierra y dejará detrás un desierto. 
La vista de sus ciudades duele a los ojos del hombre piel roja. Pero tal vez es porque el hombre piel roja es un salvaje y no entiende. 
No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades de los hombres blancos. Ningún lugar para escuchar las hojas en la primavera o el zumbido de las alas de los insectos.
Vosotros debéis enseñar a vuestros hijos que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, debéis decir a vuestros hijos que la tierra está plena de vida de nuestros antepasados. 
Debéis enseñar a vuestros hijos lo que nosotros hemos enseñados a los nuestros: que la tierra es nuestra madre. Todo lo que afecta a la tierra afecta a los hijos de la tierra. 
La tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida: es sólo una hebra de ella. Lo que ocurre a la tierra ocurrirá a los hijos de la tierra."